Son considerados como una de las comunidades más herméticas, viven ajenos a los tópicos y leyendas urbanas que circulan sobre ellos y son los grandes desconocidos para los españoles. Desde Aquí Tetuán queremos acercarnos a esta comunidad y conocer de cerca a este colectivo silencioso.
María Lin (@Marialinqiu) 11.07.2013
«¡China mandarina!», así es como me solían llamar cariñosamente mis compañeros de clase. Yo tendría unos seis años y acababa de empezar mi primer año de primaria.Comprendí, tempranamente, que era una niña diferente. No me parecía físicamente a mis compañeros, solía tener otra forma de razonar, otra forma de comportarme (niña prudente y callada), y sobre todo, entendía que en mi casa había otras costumbres culinarias y dominábamos otro idioma.
La segunda generación de inmigrantes chinos, que en su día se afincaron en España, viene pisando fuerte. Una nueva generación de chinos-españoles dispuestos a romper todos los tópicos que pesan sobre el colectivo chino, y también, a resquebrajar los estereotipos que existen sobre una comunidad considerada hermética.
Los nuevos chinos-españoles
Nacidos en España, criados entre dos culturas, integrados en la sociedad y bilingües, son las características que mejor les definen y sus mejores herramientas de presentación. Muchos de ellos optan por realizar carreras universitarias y adaptarse al mercado laboral español, otros deciden dejar los estudios para comenzar a trabajar en el negocio familiar o montarse uno propio, y en un menor porcentaje, deciden trabajar por cuenta ajena.
Es el caso de Ling Teresa, recién licenciada en derecho y administración y dirección de empresas por la Universidad Autónoma de Madrid. Desde que era niña siempre fue la «chinita» de su clase, a la que le preguntaban si comía arroz todos los días y a la que le pedían que le enseñara palabrotas en chino. Hoy, dentro del contexto de recesión económica, ha sido una de las pocas afortunadas de su clase en encontrar trabajo en uno de los despachos de abogados más prestigiosos de España.«Yo me considero una afortunada al poder crecer entre dos culturas antagónicas como la china y la española. Es pensar entre Europa y Asia. Además, esto ha sido una ventaja para mí porque las dos culturas me han aportado cosas diferentes y también me han enriquecido como persona» nexplica Teresa. Teresa tiene siempre presente sus raíces y los orígenes humildes de sus padres, Fengjiao y Jianpeng, originarios de la provincia de Zhejiang (China), quienes le inculcaron desde pequeña los valores del sacrificio y el trabajo.
«Mis padres han trabajado mucho, muchísimo. Mi madre con 27 años tenía cuatro hijos y un negocio propio. Trabajaban los siete días de la semana, trece horas al día. Mis hermanos y yo hemos crecido bajo el cuidado de nuestros abuelos y de nuestras ayas españolas».
Los chinos vienen de Zhejiang
El Instituto Nacional de Estadística calcula que en 2012 son más de 176.000 los chinos residentes en España, una de las comunidades foráneas que más ha incrementado su presencia en todo el territorio nacional. De ellos, aproximadamente Ocho de cada diez proceden de la provincia de Zhejiang, una de las más pequeñas de la República Popular de China.
Zhejiang, con una superficie de 100.000 kilómetros cuadrados, se caracteriza por su cultura netamente rural. Casi el 70% del territorio son montañas, colinas y escarpes. Su principal actividad económica es la agricultura y la pesca. Sus habitantes, que hablan un dialecto propio, son conocidos en en China como una población muy trabajadora.En las montañas de Zhejiang se cuenta que al otro lado del mundo, más allá del Tíbet y pasado los mares Rojos, Negro y Mediterráneo, existe una tierra llena de oportunidades para aquellos dispuestos a trabajar sin descanso. Esta tierra de oportunidades está en Xibanya (España en mandarín), razón por la cuál, el viaje hacia Xibanya se ha convertido en una tradición que se transmite de generación en generación.
Hablamos con Cheng Chen, originaria de Zhejiang pero afincada en España desde hace 25 años. Ahora reside en el distrito de Tetuán y tiene una frutería en la calle de Francos Rodríguez. «Me vine a España porque tenía una hermana en Alicante. Allí, abrí un restaurante chino pero el negocio no funcionó y ahora tengo la frutería».
Sus inicios fueron duros, no hablaba español y tampoco entendía nada de la cultura española. Sin embargo, trabajando de cara al público, primero en el restaurante y ahora en la frutería, fue cuando aprendió español. «Los chinos normalmente no aprenden español porque la inmensa mayoría vive para y por el trabajo. No suelen salir de su círculo laboral y mucho menos tienen ocio. Es la principal razón por la que nos cuesta aprender el idioma. Mi marido lleva treinta años en España y apenas sabe decir un par de cosas» nos cuenta una divertida Cheng.Vinieron a España con la esperanza de buscar un futuro y prosperidad para su familia. «Los españoles desconocen el hecho de que los chinos emigran a Europa porque vienen escapando de la pobreza extrema. Zhejiang es una zona rural donde no hay nada. De pequeña veía que mis padres trabajaban duramente en el campo y yo no quería eso para mí. Tuve que dejar el instituto porque era la hermana mayor y mis padres necesitaban mi ayuda. Comencé a trabajar con 13 años y entre mis labores estaba la de recoger leña para que mi madre cocinara, ayudaba a cuidar de las gallinas y cerdos, y los fines de semana me iba a picar piedras en la cantera. Por aquel entonces lo único que ganaba eran 6 euros al mes».
El caso de Cheng Chen no es un caso aislado. Es la historia personal de la inmensa mayoría de inmigrantes chinos que vinieron entre las décadas de los ochenta y noventa. Para todos ellos, la emigración era la salida de la miseria.
Comercios chinos
Primero fueron los «todo a cien», luego las tiendas de alimentación y restaurantes, ahora proliferan las fruterías, peluquerías, tiendas de ropa… incluso autoescuelas, inmobiliarias y asesorías. Ningún barrio se libra del avance del entramado empresarial chino, ningún comercio se resiste a la comunidad china.
«Los chinos buscan un mercado donde el trato al cliente sea exclusivo y personalizado. Que piensen como ellos, trabajen como ellos y que hablen su idioma» estos son los principales motivos por el que la comunidad china está ampliando su abanico de comercios, según declaraciones de Carolina Zhang, propietaria de una asesoría en Bravo Murillo.
Poco a poco, la comunidad china empieza a tejer su propia red de empresas y servicios dentro del mercado español. El Distrito de Tetuán no es para menos, solo hace falta echar un vistazo para entender el alcance del poder empresarial de los chinos. La calle de Bravo Murillo, espina dorsal del distrito, no se libra de los negocios chinos, ni la calle Francos Rodríguez, ni Lope de Haro.
Tetuán siempre se ha caracterizado por ser un barrio de inmigrantes. En la actualidad, es uno de los distritos de Madrid con uno de los índices más altos en población extranjera, con una población total de 160.000 personas, de los que cerca de 31.000 son extranjeros. La presencia del colectivo chino en Tetuán es abrumadora y visible. Hay cerca de 1.700 chinos empadronados en el barrio.
Como curiosidad, la calle General Margallo, vía de apenas cuatro manzanas, alberga una pequeña concentración de tiendas asiáticas. Es conocido popularmente como «el Chinatown de Tetuán«, ya que alberga tres grandes supermercados de productos asiáticos, una inmobiliaria, una frutería, una tienda de alimentación y un comercio dedicado al abastecimiento de herramientas y utensilios para la hostelería. Todos los comercios están regentados por ciudadanos chinos.
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