Foto: Sebastiá Giralt L’escena dóna una màscara a Eurípides davant Dionís, en Flickr
Y por unas horas, yo también me he sentido testigo y parte de los misterios …
Es necesario un auténtico Brujo para encarnar la magia sobre el escenario.
Rafael Álvarez y su equipo resucitan al Espíritu del Teatro, ese Gran Arte vinculado a Dioniso, cuyo paralelismo con la figura de Jesús es fascinante. Estoy refiriéndome al teatro que realmente hace posible el encuentro con los misterios que se esconden tras el telón.
Un hombre, unos pocos – y muy simbólicos – elementos sobre el escenario, un excelente juego de luces y cuatro magníficos músicos, abren el corazón del espectador (o espectadora) y a través del humor – porque Dios, y Jesús, siempre se comunican a través del humor – le transportan al desierto ante la presencia del Hijo del Hombre.
Foto: Marcos Sánchez-Élez, Teatro de Dioniso, Atenas
El pasado domingo acudí al teatro Infanta Isabel para «ver» la obra «El Evangelio de San Juan». Y vi, sentí, disfruté y aprendí muchas cosas. Han sido los 20 euros mejor invertidos en mucho tiempo.
Rafael, el Brujo (no me cabe ninguna duda de que lo es), nos presenta «una historia de luz y de tiempo» y nos explica que el Evangelio de Juan está escrito en griego. Incluso recita partes del mismo en el idioma original.
Y así aprendemos (los que no lo sabíamos) que en griego hay diferentes palabras que se han traducido en castellano por «ver» pero que se refieren a diferentes formas de ver: ante el sepulcro vacío, dos hombres diferentes ven dos realidades diferentes. El texto de la obra también lo ha escrito él.
Un símbolo muy antigüo, común a muchas religiones y culturas, codifica la lucha que se desarrolla en el interior del hombre: su aspiración a lo divino, a elevarse, y su necesidad terrenal, la del cuerpo, que necesita comer y suda para sacar el agua del pozo. Estos dos movimientos contrapuestos nacen del círculo interior, el Centro del Hombre.
Foto: John Montgomery en Crop Circle Connector
El discípulo misterioso sin nombre, los tiempos verbales utilizados, las idas y venidas de Jesús, la mujer samaritana, los apóstoles, María … todo ello (y más) narrado y representado por un solo hombre, con un exquisito sentido del humor, que no oculta sino que ensalza el mensaje que Juan como testigo ha querido plasmar en este Evangelio.
Vayan y «vean» ustedes por sí mismos. Y si les pareció que «vieron» algo que merece la pena compartir, háganlo, como estoy haciendo yo.
Un saludo
Clara Luz
Blog personal: Silence Grove, arboleda de silencio