La exposición del verano, una gran retrospectiva de Edward Hopper, acaba de instalarse en el Museo Thyssen hasta el próximo 16 de septiembre.
Ana C. Callejo (@CallejoC) 13.06.2012
Edward Hopper (1882-1967) es uno de los grandes ilustradores de la vida cotidiana estadounidense en el contexto de la Gran Depresión. Toda su obra se encuentra íntimamente ligada a la literatura y la fotografía del siglo XX y, más concretamente, al cine. Algunos de sus cuadros están inspirados en películas y otros ejercieron una posterior repercusión en muchas de ellas. Pero ante todo, las imágenes de Hopper son cinematográficas en sí mismas porque parecen formar parte de una secuencia.
¿Qué le ocurre a la mujer de Habitación de hotel (1931)? ¿Ha recibido una carta? ¿Qué pondrá? ¿Acaba de llegar o debe marcharse? ¿Qué estará pensando? ¿Está triste o indecisa? Los cuadros de Hopper te obligan a preguntarte por la historia que hay detrás. Por eso parecen sacadas de una película, porque deseas saber qué ha ocurrido, cómo se ha llegado hasta ahí y qué pasará después. Y siguiendo en la línea del cine, entre la multitud de cuadros arquitectónicos de la exposición nos encontramos con Casa junto a la vía del tren (1925). En esta obra aparece la inquietante mansión que posteriormente recreó Alfred Hitchcock para rodar Psicosis.
Otra obra que sirvió de inspiración al cine – y precisamente una de las más conocidas de Hopper – es la gran ausente de la exposición, Nighthawks (1942), de la que el Art Institute de Chicago no ha querido desprenderse ni por unos meses. En él aparecen tres personas en una cafetería. La construcción de la imagen recuerda a una escena de la película La ley del deseo, de Pedro Almodóvar.
El Museo Thyssen, haciendo honor al Hopper más cinematográfico, ha instalado un set de rodaje en el que recrea el cuadro Sol de la mañana (1952). Además, del 23 de junio al 1 de septiembre acogerá un ciclo de cine con películas de aquellos cineastas a los que Hopper marcó de alguna manera: Terrence Malik, Alfred Hitchcock o Isabel Coixet, entre otros. El simposio internacional “Edward Hopper. El cine y la vida moderna” (19 al 22 de junio) terminará de mostrar al público la estrecha vinculación entre sus cuadros y el cine.
El Hopper más voyeur
Obras como Habitación en Nueva York (1932), Casa al anochecer (1935) o Sol en el segundo piso (1960) pueden hacer que el “espectador” se pregunte si Hopper era quizás un “mirón”. Estos cuadros parecen estar pintados desde el edificio situado justo enfrente. ¿Podría ser Hopper un voyeur que observaba desde la ventana y pintaba lo que veía?
Los grabados que también pueden verse en la exposición, como Sombras nocturnas (1921), recuerdan a algunos de los grandes fotógrafos a veces vinculados al voyeurismo. La fotografía próxima al cine negro de Weegee o las instantáneas de denuncia social de Walker Evans guardan similitudes con los grabados de Hoppe. Imágenes con las que uno tiene la sensación de que el artista, en el transcurso de su actividad voyeurística, ha sido testigo de un crimen.
La presencia de otros artistas
La exposición no sólo muestra cuadros de Hopper, sino que incluye también obras de otros artistas contemporáneos. Las comparaciones son odiosas, dicen, pero lo cierto es que uno no puede evitar contrastar los cuadros de Walter Sickert, Felix Vallotton o Edgar Degas con los de Hopper. Todos ellos son distintas maneras de representar una misma escena, ya sea un teatro o una mujer cosiendo. Son con estas ilustraciones con las que Hopper deja mayor constancia de la influencia que sobre él ejercieron autores como Vermeer o Rembrandt, sobre todo en cuanto a la iluminación y las sombras.
Otros artistas hacen acto de presencia en la exposición, pero esta vez dentro de los cuadros. En Soir Bleu (1914), Hopper se autorretrata como Pierrot sentado en una mesa junto al mismísimo Van Gogh. Y no es esta la única obra en la que el autor se disfraza de Pierrot. En Dos cómicos (1966), Pierrot y Pierrette, sobre un escenario, inclinan sus cabezas en señal de agradecimiento y despedida a los espectadores. Los actores son él y su mujer. Y éste fue el último cuadro que Hopper pintó antes de morir.
Hopper. En el Museo Thyssen-Bornemisza del 12 de junio al 16 de septiembre de 2012. Martes a sábado de 10.00 a 23.00 horas, los domingos y lunes de 10.00 a 19.00 horas.
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