La colaboración ciudadana según Ana Botella

Francisco L. Groh, 30.04.2012

“Hemos tenido la suerte de, con los recursos de los madrileños, tener una serie de infraestructuras; ahora tenemos que ser capaces de darles una utilidad. Me niego a pensar que no se puede abrir porque no haya personas voluntarias a ayudar para ponerlas en marcha. Todos tenemos que ser conscientes de que esta situación la tenemos que salvar entre todos”.

Son palabras de nuestra alcaldesa, Ana Botella, sobre los problemas de los equipamientos públicos con los que pide la “colaboración ciudadana”.

La carta suscita muy numerosas reflexiones en diversos ámbitos. En primer lugar, me parece escalofriante (y demasiado habitual) que se construyan equipamientos a tontas y a locas sin estimar su coste de mantenimiento tanto en términos de gastos y dotación de personal como de gastos corrientes de servicios urbanos (agua, electricidad etc).

Es bien cierto que estos equipamientos se han realizado con el dinero de los vecinos (incluida la M-30, cuyo coste pesa como una losa sobre las finanzas municipales), pero no es menos cierto que, al parecer, la planificación a medio plazo de la sosteniblidad económica de estas instalaciones no estaba prevista.

Da la impresión que estas instalaciones siguieron el rebufo de la burbuja inmobiliaria, de forma que solo era importante su “cosntrucción”, no su funcionamiento.

Es obvio que un equipamiento lo es ante todo por los servicios personales que presta, aunque éstos deban realizarse en un espacio, pero nuevamente ha primado la ”arquitectura” sobre la función de los equipamientos: ¿para qué sirve un edificio vacío sino para degradarse?

El problema ahora es que se toque a rebato a la participación ciudadana para convertir en “utilizables” estos equipamientos, ante lo cual, se plantean varias objeciones:

En primer lugar, no recordamos que se llamara a los vecinos a debatir el carácter de estos equipamientos y cómo se planificaba su sostenibilidad, ni que se llamara a los vecinos a participar en la distribución de las inversiones en estos o aquellos servicios en el barrio, por lo que parece un tanto cínico llamarnos ahora a arrimar el hombro.

Más dramático e irresponsable aún me parece la llamada a los vecinos a realizar funciones cuya ejecución constituiría una flagrante ilegalidad. ¿Se imagina la responsabilidad de un socorrista “voluntario” sin capacitación ni cobertura legal haciendo estas funciones en una piscina pública? ¿O incluso, atendiendo a control de la calidad del agua?

Menos conflictivo pero igual de absurdo: ¿quién capacitaría a un “voluntario bibliotecario” a atender la biblioteca, mantener los libros bien catalogados y ordenados, y con qué autoridad se impondría ante el mal uso del recinto?

Me da escalofríos pensar que podríamos llegar a abrir hospitales cubriendo las plazas de médicos y enfermeras con “vecinos voluntarios”.

Las personas que, por ejemplo, participamos en este periódico vecinal, colaboramos con nuestro pequeño trabajo a intentar sacar adelante este barrio tan abandonado por la administración local y en consecuencia valoramos altamente la participación ciudadana en todos los ámbitos, desde la denuncia de las condiciones a las propuestas para mejorar el barrio y como no hasta las acciones concretas de participación. Por eso mismo resulta chocante la proposición de que sustituyamos la obligatoria acción pública en la dotación y manejo de los equipamientos.

Y puestos a participar: bien, nos los quedamos ¿son de los vecinos no? Pero entonces cédannos la propiedad y la gestión total de los mismos y nos convertiremos en autogestionarios.

(Las imágenes corresponden a los siguientes edificios de Tetuán: Centro socio-comunitario Josefa Amar y Borbón, Centro Cultural Eduardo Úrculo y Casa de Baños de Tetuán – que alberga la Casa de Baños, el Centro de atención al inmigrante y Centro de innovación Alvarado -, todos construidos en los últimos 5 años).

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