Un día Dios le dio cuernos al camello, para recompensarle por tener tan buen corazón. Pero un ciervo un poco granuja se los pidió prestados para ir a una fiesta. El camello se fió de él y se los dejó, y el ciervo nunca se los devolvió. Desde entonces los camellos no dejan de otear el horizonte esperando el regreso del ciervo ladrón.
Así empieza la película La historia del camello que llora, co-dirigida por Byambasuren Davaa y Luigi Falorni, y que nos muestra aspectos íntimos de la vida de una familia nómada en el desierto del Gobi (Mongolia).
Es la segunda película de Byambasuren Davaa que me enamora por su sencillez y profundidad en el tema que trata.
Esta simpática mujer, nacida en Ulanbaatar (Mongolia) y residente en Alemania, tiene un concepto de cine muy particular: se le ocurre una idea, investiga el tema y se lleva a su equipo al desierto para filmar allí su historia, con auténticos nómadas (y camellos) como protagonistas.
Las personas que vemos en sus películas (lo mismo sucede en El perro mongol, otra preciosidad) son pastores nómadas a los que Byambasuren cuenta su idea de película y aceptan participar. Los «actores» se convierten también en guionistas, cuenta Luigi en la entrevista de los extras, ya que recogen las ideas de los directores y «las mejoran» a su gusto.
De verdad recomiendo comprar el DVD original porque los extras son tan impresionantes y deliciosos como la película en sí.
Byambasuren nos cuenta que «un camello puede llorar durante años si no se realiza el ritual; los nómadas mongoles lo saben y entienden lo que los camellos quieren expresar y no dejan que los camellos sufran y lloren durante años«, como sucedió en el zoológico de Rotterdam, en que una camella pasó un año entero haciendo «extraños ruidos» que sus cuidadores no supieron interpretar hasta que vieron esta película.
Luigi y Byambasuren partieron con su equipo al desierto del Gobi con la idea de filmar un ritual mongol tradicional que se utiliza para reconciliar a las camellas con su cría cuando la rechazan tras un parto difícil. «Podría haber ocurrido que ninguna de las camellas rechazara a su cría, y la película habría sido totalmente diferente«, contesta Byambasuren riéndose y encogiéndose de hombros.
Luigi comenta la dureza de las condiciones de trabajo, pues el equipo convivió con la familia protagonista en el desierto durante 7 semanas, en las que sufrieron vientos que llegaron a 150 km/h, temperaturas de hasta -20º, y sin comida de catering …
Cuenta también que el tema de la película le interesó porque es un tema universal, que no afecta solamente a los camellos sino también a los humanos.
El primer tercio de la película puede resultarnos un poco lento a nosotros, estresados espectadores de la ciudad, ya que los directores de la película querían reflejar la vida real y por ello utilizaron muchos planos-secuencia, es decir, escenas en las que se deja la cámara siguiendo a los protagonistas y no se cortan ni se cambian los planos.
Esto está hecho así a propósito para ralentizar al espectador hasta el ritmo del desierto ( y realmente lo consiguen) antes de mostrarles el desarrollo de la historia.
Podéis consultar la filmografía de Byambasuren Davaa en este link de la Web HoyCinema, del que he descargado el cartel y las fotos de escenas de la película. Y la podéis alquilar en el «Museo del Cine Berverly Hills» que está en la calle Hernani nº8, donde tienen esta y muchas otras películas muy interesantes.
Que la disfrutéis, y disfrutéis del silencio del desierto y esta fascinante historia real.
Clara Luz
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