La comedia de Miguel Mihura contrapone dos mundos haciendo uso del juego de enredos que caracteriza la obra del dramaturgo.
Ana C. Callejo (@CallejoC) 11.08.2013.
Maribel y la extraña familia es una obra de teatro escrita por Miguel Mihura y estrenada en Madrid en septiembre de 1959. Este verano, el Teatro Infanta Isabel, donde el dramaturgo estrenó buena parte de sus obras, recupera un texto cargado de una comicidad irónica y ácida pero que al mismo tiempo resulta tierno y cotidiano.
El director de la obra es el Premio Nacional de Teatro Gerardo Vera, quien además es ganador de dos premios Goya al mejor diseño de vestuario por El amor brujo (Carlos Saura, 1986) y a la mejor dirección artística por La niña de tus ojos (Fernando Trueba, 1998).
El texto relata cómo Marcelino, un joven y tímido viudo que llega a Madrid para buscar esposa, se enamora de Maribel, una prostituta, y decide llevarla a casa para presentársela a su madre y su tía. La comicidad surge cuando las dos encantadoras viejecitas -en la línea de las ancianas de Arsénico por compasión de Frank Capra- la reciben como la maravillosa y moderna mujer con la que se ha prometido Marcelino.
Sin duda la complicidad y espontaneidad de las dos ancianas, a las que dan vida Alicia Hermida y Sonsoles Benedicto, suponen las mejores interpretaciones de la obra. Las tres amigas y compañeras de profesión de Maribel -Pili, Rufi y Niní- resultan divertidas sin llegar a caer en el tópico de sus personajes, especialmente Chiqui Fernández (Pili).
El surrealismo y los toques de absurdo predominantes en cualquier obra de Mihura se ven reforzados por un buen uso del vestuario, que contrapone los dos mundos señalados: el de las prostitutas (a las que se hace referencia como “chicas alegres” o “modernas”) y el de la familia tradicional. Sin embargo, la escenografía resulta algo escasa y no termina de estar a la altura. Importantes elementos de atrezzo, como son los cuadros, la cacatúa o una ventana, son inexistentes, y quedan pendientes de la imaginación del espectador.
Asimismo, resulta algo forzado el intento por introducir escenas de musical que intentan rememorar una época pero acaban por caer en lo patético. La moraleja de Mihura de que «siempre habrá gente buena dispuesta a ayudar sin pedir nada a cambio» se hace repetitiva en una adaptación de la obra que no termina por adecuarse a los tiempos actuales.
Con Maribel y la extraña familia, Miguel Mihura recibió su tercer Premio Nacional de Teatro en 1959. Previamente lo había conseguido con Tres sombreros de copa y Mi adorado Juan.
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