Si buscamos información sobre el origen de la democracia veremos que se diferencia entre la antigua o primitiva democracia y la moderna.
Foto: Marcos Sánchez-Élez, Atenas, la cuna de la democracia
Posiblemente os han contado una historia muy bonita en el colegio sobre los griegos, las repúblicas griegas, el gobierno del pueblo … Sí, todo eso es muy bonito pero recordemos, aquéllos griegos tenían esclavos y los esclavos no eran ciudadanos.
Todo aquello desapareció, murió.
Y esta idea de los griegos del gobierno del pueblo fue retomada recientemente (en el contexto de la historia de la humanidad, es reciente la reaparición de esta idea), a finales del siglo XVIII. Fueron las colonias británicas de Norteamérica las que dieron lugar a la Revolución Americana (una revolución que no fue pacífica) y a la formación de lo que se llama la primera democracia moderna: Estados Unidos de América.
Después vino la Revolución Francesa (que tampoco fue nada pacífica) y con ella llegó la democracia representativa a Europa.
Y muchas más idas y venidas que siguieron en Europa y nuestro país hasta llegar a hoy, a esta semana pasada, la semana de la Spanish Revolution y las elecciones municipales y autonómicas.
Me sentiría mal como ciudadana si esta semana dedicara mi artículo a hablaros de un libro muy interesante mientras contemplo lo que sucede en mi país, en mi ciudad, en mi barrio y no hablo de ello.
Afortunadamente, por muchos defectos que tenga nuestra democracia, puedo escribir libremente y hablar de lo que pienso, de lo que veo, de lo que siento. Estaréis de acuerdo o no y ojala los que no lo estáis comentarais y pudiéramos entablar debates, conversaciones, diálogos, discusiones.
Lo que me pregunto muchas veces es para qué nos sirven nuestros derechos si no los ejercemos. Me pregunto qué significa realmente para nosotros la democracia. Me pregunto si la democracia es una apariencia, un lavado de cara o es real. Me pregunto si ser demócrata consiste en ir a votar cada cuatro años y luego olvidarse, esperar que aquéllos a quienes hemos votado “se porten bien” y cuando no lo hacen, me pregunto si es suficiente con quejarse en el bar y luego volver a casa y seguir como siempre.
en Puerta del Sol el pasado Lunes
Me pregunto si la mejor manera de protestar es acampar con la gente que está en Sol o no y me pregunto por qué en un país con una tasa de paro (al menos estadística) de más del 20% de la población no se han visto manifestaciones populares hasta una semana antes de las elecciones. Me pregunto por qué un grupo de ciudadanos que decide por fin hacer algo recibe tanta crítica destructiva en lugar de recibir apoyo y crítica constructiva (aunque también han recibido mucho apoyo de los ciudadanos).
Me pregunto qué pasaría si saliéramos a la calle cada sábado a pedir que para las generales hubiera listas abiertas y sacaran de ellas a cualquier imputado por corrupción.
Me pregunto qué pasaría si dejáramos de ver tanta tele y saliéramos a la calle a debatir, a hablar, a reflexionar juntos y pidiéramos cambios muy concretos en masa.
También me pregunto por qué vuelve a salir elegido un alcalde que nos cobra dos veces (por lo menos) las tasa por recogida de basura, que ha asumido tremendas deudas en nombre de la ciudad de Madrid, y que pagaremos nosotros con unos impuestos cada vez más alarmantes.
Normalmente me hago me hago muchas preguntas, pero estos días, muchas más.
Clara Luz
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